La virgen de las Mercedes navega en un mar de lágrimas

Fiesta, calor, emoción y devoción. En estas cuatro palabras se podría resumir lo que fue para los balermeros el pasado 15 de agosto, día en el que se celebra la festividad de su patrona la Virgen de las Mercedes. Con los cultos religiosos se ponía fin a una semana de fiesta inolvidable, en una jornada bien cargada donde las promesas y plegarias tomaron forma de pólvora, música y flores.

Por la mañana

Balerma se prepara para el gran día. Los cohetes aumentan el nerviosismo en el estómago de los habitantes anunciando lo que está por venir. En todas las calles se puede ver a los vecinos (especialmente a los más mayores) limpiando las fachadas, barriendo las aceras y decorando balcones y ventanas. Todo debe estar perfecto al paso de la Virgen.

Como es tradición, en torno a las 12 del mediodía, tras el rezo del Ángelus, se parte en procesión con la imagen de la Virgen hacia el parque el Palmeral. El aforo de la plaza de la iglesia es menor que el de años anteriores. Las altas temperaturas y las horas a las que terminó la verbena de la víspera son los posibles causantes del reducido número de personas que espera el comienzo de la Romería. Sin embargo, la participación de fieles aumenta conforme la comitiva avanza. Muchos hincan el hombro en los varales para ayudar a los portadores del trono.

Emocionantes son los gestos de nuestros mayores. Acompañados de sus familiares se ponen de pie al paso de la Madre de Dios y con la voz temblorosa y entre lágrimas lanzan un “viva la Virgen de las Mercedes”. Pero recordando que nadie es eterno cruzan el tranco de la puerta con un “hasta el año que viene, si Dios quiere”. También destacan las paradas que los vecinos organizan frente a sus puertas, para que la Virgen se quede con ellos un ratito más, que son seguidas de tracas y éstas de cantos antes de la llegada de la Patrona al Palmeral. Allí deberá descansar posada en su glorieta, hasta la hora de la eucaristía.

Por la tarde

A las 20.00h comienza la misa. Este año oficiada por Don Alberto Raposo, párroco madrileño, hermano honorífico de la Hermandad de la Virgen de las Mercedes, que acude anualmente a vivir junto a los balermeros esta fiesta. Las majestuosas voces del coro Primavera Rociera de Adra ponen la melodía a una celebración donde no corre ni una pizca de brisa. Los abanicos salen de los bolsos y se convierten en el complemento protagonista de la cita. Es el precio a pagar por una mar serena que permita el tradicional embarque. Precio que cualquiera aceptaría con alegría.

Al finalizar la eucaristía se parte en procesión. Una procesión en la que cada vez las levantás y paradas toman más protagonismo y se convierten en tradiciones. Una marcha que promete estar cargada de lágrimas. Y precisamente las primeras llegan en los alrededores del parque, con la parada por los niños. Una plegaria a la Virgen por los más pequeños del pueblo. Pero desgraciadamente este año se ha vuelto igualmente un homenaje para dos niños a los que se les arrebató la vida: Gabriel y Andrey, éste último de Balerma. Los portadores del trono “danzan” la marcha Callejuela de la O e inclinan la Talla mirando a los más pequeños, presentes frente a la Virgen, con pececillos (símbolos de la búsqueda del pequeño Gabriel) coloreados por ellos mismos y un cartel que reza “en memoria de los pequeños Gabriel y Andrey”.

Foto por Lorenzo Rubio.

Seguidamente se llega a la Lonja, donde José Félix Maldonado espera con el barco a punto para el embarque. “El mejor día de playa de todo el verano”, se puede escuchar entre los presentes. Y es que las condiciones del mar son óptimas. Jesús Fernández, el capataz de los portadores, da las últimas indicaciones antes de que la Virgen salga a navegar: “Que los más grandes se quiten los zapatos y se remanguen. Y si hace falta nos mojamos, ¡pero tranquilicos! Que tenemos tiempo”. Pero los que se criaron frente al mar no tienen miedo al salitre. Vellos de punta cuando empujan la barca hacia el mar. No es sólo la emoción de ver cumplida una tradición ni de sentir que la Patrona bendice nuestro mar, sino la satisfacción de poder compartirlo con un paseo marítimo lleno de gente. Personas venidas desde pueblos aledaños, otras ciudades e incluso otros países.

Los presentes se “rompen” las manos al paso de las más de 20 embarcaciones que bordean la costa y crean un abanico de hondas en la serenidad de la mar. Maravillados por un espectacular castillo de fuegos artificiales realizado por la peña el Carrizo, donde los acuáticos toman el protagonismo, pueden ver la Virgen dar no dos sino tres vueltas frente al paseo marítimo. Una vuelta suplementaria que ralentiza el programa de la procesión, pero que saca la espina clavada de no haber podido realizar el embarque en las fiestas de la Virgen del Carmen.

Pasadas las 23.00h el trono toca tierra. Queda la recta final hacia la iglesia que, como sabemos, nunca es corta. Especialmente menos este año. Los fieles saben que deben congregarse al principio de la calle del mar. Un arco espera a la comitiva con el nombre de Mercedes pintado en rosa. Color identificativo de la lucha contra el cáncer de mama. Se trata de la parada de los enfermos, organizada por primera vez el año pasado por la balermera Manoli Criado y que este año repite a lo grande.

Cientos de campanillas resuenan a la llegada del trono. Numerosos enfermos acuden con sus familias desde otros pueblos. Las lágrimas se hacen presentes durante las dos sevillanas cantadas desde los balcones. Lágrimas de emoción, de esperanza al encomendarse, de tristeza por los que se fueron. Nadie queda pasivo ante lo que se acontece en esta parada. Para finalizar, de nuevo el coro Primavera Rociera interpreta una canción. “Al pasar por esta calle te esperan fieles enfermos, que con pétalos de flores te ofrecen tus sentimientos”, reza el estribillo. Y tantos son los sentimientos hacia la patrona de Balerma que la calle termina con una alfombra de colores. Los pétalos de 17 mil claveles caen sobre la Madre de Dios al unísono de los aplausos y una traca de fuegos artificiales.

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Antes de llegar a la iglesia, no podía faltar la tradicional “petalá” al final de la calle del mar, acompañada del Ave María cantado durante la marcha Encarnación Coronada. Una interpretación coordinada entre portadores, banda de música y los vecinos, que congrega cada año a centenares de personas en el cruce de dos calles. Nadie duda en sacar un dispositivo móvil para inmortalizar el momento, antes de que la Patrona cruce las puertas del templo.

Al finalizar la procesión, pasadas las 00.30h, la satisfacción se hace presente por parte de la organización y de los fieles: buen ambiente, embarque inmejorable, belleza inexplicable. Una vez más la pólvora, música y flores muestran el amor de un pueblo que tendrá que esperar un tiempo hasta volver a ver a su Madre bendiciendo las calles. Como dicen los mayores: “hasta el año que viene, si Dios quiere”.

Lorenzo Rubio | @Lorenzo_Rubioo


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